La bolsa, utilizada por todos, y todas agradecidos. Nos permite llevar un montón de cosas que no podrías llevar directamente con las manos. De hecho, en ocasiones metemos más cosas de las que deberíamos y, ¿quién no ha roto una bolsa por exceso de peso? ¿Quién no se ha clavado las asas en los dedos hasta que se nos han puesto blancos con tal de hacer un viaje menos en los transportes?
La bolsa, ese poco reconocido utensilio que tanto nos ha ayudado.
Pues bien, hoy he ido a la farmacia (por suerte, voy poco, muy poco) y me han dado una de esas ridículas bolsas que dan en las farmacias. Tan pequeña que a la farmacéutica le ha costado meter la caja del medicamento en ella. Es más, diría que enana. Y las antiguas bolsas de los grandes supermercados se podían reutilizar para un montón de cosas, hasta como bolsas de basura, pero a ver quien es el guapo que usa una bolsa de farmacia para tirar la basura. Que cabe, ¿una lata? En algunas creo que ni eso.
El colmo ha sido cuando hoy me han dado una de estas ridículas bolsas ¡sin asas! Vamos a ver, señora farmacéutica, ¿para qué sirve una bolsa ridícula sin asas? Se lo digo yo, ¡para nada! Creí que no podrían sorprenderme con algo más ridículo que las esas bolsas enanas, pero... ¿sin asas? Si al final la tengo que llevar en la mano, como si no me hubiera dado nada.
Ustedes sí que deberían pensar en el medio ambiente y dejar de regalar estas inutilidades.
Y de paso, si pueden, pídanles a los grandes supermercados que las vuelvan a regalar...
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